Los adolescentes estamos acostumbrados a tener una vida muy rápida y casi siempre contrastada con la libertad, somo seres que por naturaleza buscamos experiencias que nos hagan sentir riesgo, nos gusta encontrar momentos que nos hagan sentir nuevos y vivos. Sin embargo, dentro de todo lo que como jóvenes podemos aprender y ser, en algún momento siempre buscamos encontrarnos con alguien que nos haga estar protegidos y Dios es esa parte que la mayoría de los jóvenes buscamos, aunque muchas veces nos reusamos a tenerlo presente.
Es por ello que, el D'alzoniano, es una ayuda para toda persona, pero especialmente para nosotros los jóvenes, es esa pieza que hace la entrega del llamado de una manera más sencilla y así para quienes queramos escuchar participemos dentro de todo lo que Dios en su grandeza nos ofrece. En un sentido más general, a muchos nos ha enseñado como lograr ser siempre mejores y reconocer que dentro de tanta fragilidad podemos seguirlo. La búsqueda del llamado de Dios por medio del venerable padre D'alzon nos ha hecho reconocer que la vida en cristo se trata de sentir y de ser.
Nuestro encuentro Dalzoniano de este año se llevó a cabo en la parroquia asuncionista Santiago Apóstol de Tlilapan, del 19 al 21 de noviembre 2021, sobre el lema: ‘En busca del rebaño junto a Manuel D’Alzon’.
Como en cada D'alzoniano, tratamos de seguir los objetivos apostólicos de D'alzon, uno de ellos es mostrar la animación de peregrinaciones como manifestación de fe. Este año no fue la excepción, después de un largo periodo en el que la iglesia tuvo que buscar nuevas maneras de evangelizar por la situación que se vive (COVID-19), con las medidas necesarias, se hizo de forma presencial.
Lo importante era que como jóvenes volviéramos a tener un acercamiento con Dios por medio de nuestro venerable padre Manuel D'alzon y así pudiéramos encontrar la fuerza para reconocer que Dios es importante en toda circunstancia; marcamos mucho “la búsqueda del rebaño” como el medio por el cual los jóvenes pudieran aceptar que cuando Dios toca nuestros corazones aún después de estar perdidos podemos ser parte de él.
Fue muy complicado acercarnos nuevamente como consejo y como joven adolescente, se sentía la duda, inquietud y considero que por haber sido el primer encuentro después de dos años, era completamente normal. Así que como equipo de Fraternidad Asuncionista comenzamos a mostrarnos y demostrar a los jóvenes que con libertad podían bailar, reír, jugar y orar, fue increíble como todos pudieron entrar en confianza.
Los jóvenes comenzaron a vivir aun con más sinceridad el encuentro y pudimos observar cómo se integraban y comenzaban a vivir su propia experiencia. Logramos divertirnos con diferentes juegos y diferentes dinámicas: cantamos, bailamos y también reímos. Tuvimos una caminata muy pequeña en la que mostramos la felicidad de seguir a Dios.
Fuimos a diferentes hogares, como coordinadores nos encargaron de distribuir a los jóvenes por equipos e ir en busca de hermanos que necesitaran ayuda y como no fue posible ayudar a todos, visitamos algunas familias; con la ayuda de la comunidad pudimos llevarles una despensa y al mismo tiempo logramos entablar una conversación en la que el centro era Dios.
Convivimos durante tres días, se dieron diferentes charlas, y en ellas se pusieron actividades que nos sirvieran para reflexionar como vivimos nuestra vida, que podríamos mejorar de ella y con qué herramientas pudiéramos sentirnos tal vez más preparados, también tuvimos la oportunidad de escuchar a religiosas, jóvenes laicos y misioneros con su testimonio y así presenciar cómo ha sido su vida con Dios presente.
Por todo lo difícil que es ahora seguir a Cristo y atraer a más jóvenes para conocer a Dios, desde mi perspectiva se logró en ciertas personas el objetivo y es que encontramos a jóvenes dispuestos a continuar este proceso de encuentro con el señor por los diferentes medios o las diferentes formas. Algunos nos hablaban de la hora santa en la que se trató de profundizar y en la que para quien logro abrir su corazón pudo encontrar al Espíritu Santo.
Otros mostraban más interés por las alabanzas y las reuniones comunitarias, eso nos alienta y no nos cierra la posibilidad de mostrarles que es igual de potente encontrar al señor en la eucaristía, nos anima a mostrarles que Dios nos da todos los días la oportunidad de sonreírle a la vida y mostrarle que por medio de la felicidad él nos da el don de la evangelización y al mismo tiempo de la vida. Puedo decir que los objetivos y las perspectivas se cumplieron.
Cómo equipo de FRAS, puedo decir que, con aún más entusiasmo, queremos seguir construyendo el reino de Dios, buscando en los pueblos lejanos, con nuestro testimonio, a jóvenes dispuestos a decirle sí al Señor.
Al final, fuimos, somos y seguiremos siendo Fraternidad Asuncionista (FRAS), equipo que va más allá de las fronteras con ayuda de nuestros hermanos Agustinos de la Asunción en busca del rebaño perdido, de la mano del padre Manuel D'alzon.
Ingrid Zepahua, miembro de FRAS
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