En verano 2016, participé en una misión maravillosa en la región de Veracruz, al sur de la República Mexicana con un grupo de jóvenes aspirantes de Casa Manuel, así como algunos voluntarios. Salimos el sábado 9 de julio a las 6:55 a.m., con Don Emilio al volante del autobús. Sin contar a Don Emilio, nuestro chófer, éramos justo doce misioneros: Joseph Mahamba, Marciano López Solís, Jesús Tlecuile Mixteco, Salvador, Gregoria, Carmelita, Hugo Morales Ballesteros, Domingo Sandoval, Liliana Morales, Omar, Juan Manuel y Sebastián Bangandu.
El viaje se llevó a cabo dentro de un ambiente muy alegre y con toda tranquilidad. A las 12:35 p.m., llegamos a la parroquia San Egidio Labrador de Cuichapa, en el Estado de Veracruz, donde nos acogió su párroco: el padre Víctor. Allí nos encontramos con otros equipos de misioneros que llegaron antes. Muy rápidamente, el padre Víctor Canchola nos condujo (“los eclesiásticos”) al salón de la curia para darnos algunas directivas a propósito de la misión.
Luego nos dirigimos hacia el refectorio para tomar un refrigerio. Mientras tanto, los misioneros, incluidas mis compañeras de misión, estaban siendo entregados a los representantes de toda la misión; cada Comunidad recogió a sus misioneros. Arcelia Cruz y Sabina Ferrer Cuevas fueron las que vinieron por nosotros.
Unos minutos después fuimos a la Iglesia parroquial para celebrar la Eucaristía de envío de la Misión: una celebración eucarística viva, animada por un grupo de jóvenes: Rafael Huerta, Carmelo, Cecilio, Hilda, y con Liliana Morales en una de las guitarras. Al final de la Eucaristía, los cuatro sacerdotes, entre ellos tres Misioneros asuncionistas (Padres Joseph Mahamba, Jesús Tlecuile y Sebastián Bangandu), bendijeron e impusieron las cruces de envío a los misioneros. Una vez fuera de la Iglesia, cada grupo de Misioneros se subió en coches diferentes con destino a su sector de apostolado.
Nuestro grupo estaba constituido por tres misioneros: Gregoria, Liliana y yo. Teníamos a nuestro cargo la capilla de San Nicolás de Bari, una pequeña unidad habitacional encantadora, situada apenas a unos treinta minutos de Orizaba. Esta unidad habitacional se construyó a propósito de un ingenio azucarero, propiedad del Grupo ASR, que cuenta con 24 millas hectáreas de cultivo de caña de azúcar.
Nos llevó el chófer de la parroquia, un caballero jovial de unos cuarenta años. Al llegar, pasamos en frente de la Capilla de San Nicolás de Bari, para que de allí nos llevaran a la casa de dona Mago, enfrente de la Escuela Primaria Emilio Bustamante, donde deberíamos vivir. Como nos quedamos lejos de la Iglesia, teníamos que caminar bastantes cuadras largas para llegar allá todos los días.
Después de instalarnos y en cuanto llegamos, fuimos caminando a la Capilla, donde llamaron a un número pequeño pero representativo de la comunidad, para ponernos de acuerdo en qué era lo que íbamos a hacer juntos a partir del día siguiente, domingo, porque ya estábamos ahí los Misioneros.
En este primer encuentro con la comunidad, fuimos recibidos, estos tres misioneros, con todo el entusiasmo y buenísima disposición que corresponde a una Comunidad dispuesta y alegre. Nos abrieron los brazos, fueron la mar de atentos y acogedores, cariñosos… Fue el momento donde nos encontramos con la Guardia del Santísimo: Teódulo Bazán Félix, Elvira Porras Montesinos, Marina Pérez, Vicky Márquez Hernández; con la representante del coro: Cristina Montero Montesinos; los jóvenes se presentaron: Axel y Ángel, Montse, Loida, … desafortunadamente, se me escapan los nombres de otros chicos que estuvieron ahí; fueron señoras grandes (de edad); fueron niños…
Tuvimos pues, el primer encuentro, recién llegados, luego regresamos a casa. Después de establecer el programa con la Comunidad, recorrimos de nuevo el camino hacia la capilla para la misa de la tarde del sábado. Antes de la bendición final, la señora Arcelia Cruz, asistente y miembro del consejo parroquial de Cuichapa, nos presentó a la asamblea que nos aplaudió calurosamente. La comunidad de San Nicolás de Bari nos acogió a la salida de la misa y nos reiteró la bienvenida.
Como sacerdote, mis días fueron especialmente dedicados a las celebraciones eucarísticas y a las confesiones, más numerosos aun, porque la parroquia, que abarca por lo menos veinte capillas, cuenta sólo con un sacerdote. A parte de las confesiones, visité a los enfermos y personas de edad, tanto en San Nicolás de Bari, como en otras dos otras capillas que estaban bajo mi responsabilidad (Loma Del Carmen y Bario de Guadalupe). También visitamos algunas familias con quienes platicamos acerca de lo que es la vida cristiana. Las comidas fueron también ocasiones que aprovechamos para catequizar las familias en dificultades. Además, impartí dos conferencias sobre las indulgencias y la misericordia.
Mis colegas misioneras, ellas, se ocupaban a transmitir las enseñanzas ya preparadas por el equipo de coordinación de las misiones, particularmente con los jóvenes, los adultos y los niños sobre diferentes temas bien escogidos. A finales de cada día (más o menos las 10h u 11 de la noche), teníamos que hacer una evaluación de las actividades realizadas y preparar las del día siguiente. Estuvimos siempre muy cansados al regresar a casa. A menudo me iba a dormir después de medianoche (2-3 de la mañana).
El viernes, 15 de julio, la señora Gabriela, directora de la Escuela Primaria Emilio Bustamante me invitó a bendecir los locales de su escuela. Esto fue el día de la Ceremonia de Clausura de clases. Varios padres de familia asistieron al evento para responder a esta cita importante para sus niños. Como la Bendición fue antes de dicha ceremonia, casi todo el mundo vino participar en ella.
En suma, pasamos momentos agradables y fraternales con esta Comunidad donde las mujeres juegan una gran parte en la vida de la iglesia. Puesto que la mayoría de los hombres de esta pequeña unidad han sido empleados del Ingenio, su asistencia a las actividades espirituales era débil.
Los jóvenes también fueron los grandes ausentes, por el hecho de que era el tiempo de vacaciones. La mayoría de entre ellos estaban a fuera de San Nicolás. Pero fueron bien representados sin embargo por Ángel y Axel, dos jóvenes muy activos que tuvimos el placer de conocer. Algunos formaban parte de misioneros enviados a otros sectores de la Parroquia.
El sábado, 16 de julio de 2016, antes del regreso a México, nos reunimos en Tenejapa donde tuvimos un gran encuentro de jóvenes. El encuentro se celebró en la Iglesia Parroquial, con la participación de todos los grupos de jóvenes misioneros con cantos, bailes y compartir de experiencias de vida. Como una de las dinámicas de este Retiro de jóvenes, escuchamos el testimonio de vida de los padres Jesús Tlecuile, Joseph Mumbere Mahamba, de la señora Araceli y de Liliana Morales.
Después de la audición de los testimonios, me instalé en una de las salas de la gran construcción conexa a la Iglesia Parroquial para confesar a los que lo desearan. Luego, cogimos lugar en el pequeño jardín frente a la iglesia para compartir la comida. Regresamos a San Nicolás de Bari, acompañados por un chofer muy hábil y atento.
Para mí, la vuelta a México fue el sábado, 16 de julio por autobús, acompañado por el hermano Domingo Sandoval. Al término de esta experiencia de misión, podemos sólo devolverle la gloria a Dios por el trabajo apostólico realizado. Mil gracias a la Fraternidad Asuncionista que nos dio la oportunidad de tener esta experiencia maravillosa; así como al padre Víctor que nos acogió en su parroquia.
Gracias a la comunidad de San Nicolás de Bari por su cariño, acogida y calurosa vida. Gracias a todos los bienhechores que ayudaron a la realización de esta misión. Muchísimas gracias a Liliana Morales quién, además de ser colega de misión, corrigió y perfiló el texto de este artículo. Que Dios sigue bendiciendo a todos. ¡Nos veremos en la próxima semana santa!
P. Sébastien Bangandu, a.a.
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