En la mañana que salimos de la comunidad de la Ciudad de México para Hidalgo sabíamos que estábamos emprendiendo una misión un poco larga, llena de aventuras y aprendizajes. Y así fue.
El 10 de junio llegamos a Hidalgo, estuvimos una semana en la parroquia del Señor de la Misericordia en Villas de Pachuca. Fue una experiencia inolvidable, pues compartimos la vida y la alegría de la misión con las personas de la Parroquia. Cada día nos reuníamos con un grupo diferente, con catequistas, ministros, matrimonios, coros y con la pastoral social.
Compartimos principalmente temas sobre quienes somos los Agustinos de la Asunción, sobre el Reino de Dios y nuestra misión apostólica en el mundo. En ocasiones el tema estaba relacionado con el trabajo pastoral de cada grupo, por ejemplo, la vivencia del Reino de Dios a través de la catequesis.
Creo que la misión en Pachuca estuvo marcada por la colaboración con las integrantes de la pastoral social. Durante algunos días nos levantábamos temprano para ayudar en la cocina, ya que se debe cocinar para más de doscientas personas. Nuestra ayuda consistía en picar verdura, pelar chícharos y picar ajos y cebollas que a veces hasta nos hacían llorar, pero estábamos contentos de participar en la labor de toda la parroquia. Este grupo se creó a consecuencia de la pandemia, pues muchas familias no podían comprar alimentos.
Un día, mientras yo servía las porciones de comida para cada familia que llegaba a la parroquia hubo un caso que me llamó la atención de una mujer que vino a pedir una donación, pero la comida solo completaba los pedidos ya hechos, sin embargo, alguien que estaba por ahí les dijo a las demás: —“ya no hay donaciones pero denle comida, no podemos dejarlos sin comer”.— esas palabras todavía me hacen un nudo en la garganta porque hoy más que nunca necesitamos pensar en el otro. Y me parece que ese es un signo del Reino de Dios, no dejar a nuestros hermanos sin comer, no dejar que mueran de hambre ni mucho menos hacernos indiferentes ante sus necesidades.
Muchas veces dentro de las parroquias crece la burocracia llenando de requisitos a los pobres, pues en este caso era fácil decir que ya no había comida, que los pedidos ya estaban completos, sin embargo, ante cualquier requisito sobresale la caridad. ¡Ese es el Reino! Cuando de manera espontánea le hacemos caso al Espíritu en nuestro interior para levantar la voz y decir ¡No dejen a mi hermano sin comida!
Conforme fueron pasando los días fuimos conociendo mejor a las personas, pero nuestro objetivo era el encuentro juvenil para presentar a la Congregación. Finalmente, el día sábado se reunieron alrededor de cuarenta jóvenes y adolescentes de la parroquia. Compartimos algunos temas sobre la felicidad, la vocación y la vida religiosa. Después compartimos los alimentos y disfrutamos de una nieve que nos ofrecieron las hermanas religiosas. Esta fue la primera semana de una larga misión, después de Hidalgo nos fuimos directamente a Puebla.
Rafael Huerta Ramos, a.a.
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