Asuncionistas-México
Jesucristo es el centro de nuestra vida (RV 2)
Temas
¡San José, un modelo a seguir!
San José es una figura muy importante en la vida humana y cristiana. No sabemos mucho de él. Sin embargo, las escrituras afirman que procedía del linaje de David, al igual que María. Desde el momento en que Dios le asigna la misión de custodiar la Sagrada Familia Sagrada, José nos atrae por su personalidad y sus múltiples virtudes.
Recordemos que, a lo largo de doce audiencias, el Papa Francisco ha detallado varios aspectos de la vida del padre de Jesús, como complemento a la Carta apostólica Patris corde que fue escrita con ocasión de los 150 años de la proclamación de San José como Patrono de la Iglesia Católica, por parte del beato Pío IX.
Al finalizar este ciclo de catequesis, el Papa exclamó: “¡Cuántas personas en la historia de la Iglesia han encontrado en él un patrón, un custodio, un padre!”
Consideramos especialmente la importancia de ejemplos y modelos a seguir en nuestra sociedad. Luego destacaremos algunas de sus virtudes y los frutos que han aportado en la vida y la misión apostólica de Jesús y de varias personas que lo admiran, para demostrar que, tanto en su persona como en su experiencia personal de Dios, José sigue siendo para nosotros y para la Iglesia, un verdadero modelo de vida y de santidad. Una pequeña conclusión pondrá fin a nuestra reflexión.
I. Importancia de modelos
Todo hecho humano supone y necesita ejemplos que lo hayan inspirado. Las diferentes realidades que el mundo nos ofrece en todos tipos de ámbitos, nos hacen remontar a un prototipo que es un primer ejemplar a partir del cual se han construido los demás. En otras palabras, los humanos necesitamos de modelos de vida y de acción.
Los modelos a seguir son importantes ya que nos ayudan a convertirnos en artesanos de nuestro propio destino y nos inspiran a hacer una diferencia en nuestras vidas. Pero imitar no significa convertirse en una réplica de otra persona, sino tomar aquello que sea útil para el crecimiento personal, humano o espiritual.
En este sentido, los modelos inspiradores constituyen un marco de referencia desde el cual se puede comenzar a crear un estilo personal. Ya que parte de ser un buen ejemplo es, precisamente, dejar que aquellas personas a las que ayudamos a moldear tomen su propio rumbo. Así, la riqueza de contar con un buen ejemplo en diferentes momentos y etapas de la vida, radica en el hecho de que nos permite luchar para llegar a donde queremos llegar.
En la historia de la humanidad y de la Iglesia, hay muchos ejemplos de personas que han impactado la vida sus hermanos, de tal modo que les han ayudado a abonar el terreno para cumplir sus propios propósitos de vida.
San José es, sin duda alguna, uno de estos modelos de vida humana y espiritual que Dios ha puesto en nuestro camino de vida ya que él nos inspira valores y nos motiva a través el ejemplo. En efecto, no podemos hablar de la Santísima Virgen María, sin hacer referencia a san José, su esposo, porque ambos participaron de lleno en la obra salvífica de Dios.
La dignidad de san José va más allá de su condición de esposo de María y padre virginal de Jesús. Su misión fue única e irrepetible en la historia de la salvación. Por haber inspirado confianza, Dios le encomendó ser el padre adoptivo del niño Jesús y esposo de la Virgen María, un privilegio y una gran responsabilidad, el santo custodio de la Sagrada Familia.
II. Virtudes de san José
1. Hombre de confianza
En efecto, la confianza es una firme creencia o una expectativa cierta que se deposita en una persona. Cuando confiamos en alguien, tenemos seguridad y esperanza firme sobre las actitudes y comportamientos de esa persona. Cuando alguien confía en nosotros genera también expectativas al respecto.
Las personas necesitamos mostrarnos confiables y confiar en los demás. En el ámbito profesional, necesitamos contar con líderes o administradores en los que podemos confiar. Como cristianos, estamos llamados a reflexionar sobre dos estilos de vida, dos lógicas contrapuestas: la lógica evangélica de la rectitud, de la honestidad, de la integridad, de la transparencia que nos convierta en artesanos de justicia; contra la lógica mundana de la corrupción, del engaño y del abuso, que nos convierta en personas desconfiables.
El ejemplo más ilustrativo de esta última lógica se encuentra en el evangelio (Lc 16, 1-8), en donde Jesús nos narra la parábola del administrador infiel, corrupto y deshonesto. Es necesario precisar inmediatamente que este administrador no se presenta como modelo a seguir, sino como ejemplo de astucia, de malicia.
En efecto, este hombre, acusado de mala administración de los negocios de su señor, busca astutamente, antes de ser despedido, ganarse la benevolencia de sus deudores, remitiendo parte de la deuda. No lo hizo por amor, sino para asegurarse un futuro mejor. Comentando esta forma de actuar, Jesús observa que ‘los hijos de estes mundo son más astutos que los hijos de la luz’.
En nuestra sociedad actual hay todavía muchos que ejerzan una falsa caridad solo para manipular a los demás. La relación entre credibilidad, respeto, confianza y liderazgo es muy fuerte. Es por ello que la gestión de la confianza se considera como un elemento esencial para mantener relaciones óptimas en las organizaciones y ejercer las responsabilidades de forma eficiente.
Como seres humanos, nuestra personalidad, comportamiento y actitud son determinantes de nuestra habilidad para confiar en los demás y para generar confianza, así como para tomar buenas decisiones. Sin embargo, la falta de confianza como el exceso de confianza pueden ser perjudiciales.
Se nota una gran reciprocidad entre la confianza que Dios deposita en José y la respuesta que José le proporciona a Dios. Dios le confía la gran responsabilidad de custodiar la sagrada familia. Su respuesta a Dios es confianza casi cegada. No cuestiona, no busca a saber más. Solo confía. Animémonos pues a confiar y a perder el control de las cosas para que tome Dios el mando de nuestra vida y de nuestros planes.
2. Hombre justo
La justicia es el principio moral que inclina a obrar y juzgar respetando la verdad y dando a cada uno lo que le corresponde. Es también ese conjunto de perfecciones que ponen al hombre en sintonía total con la ley de Dios, en perfecta adecuación con su voluntad. El justo es el que se abstiene del mal y vive de acuerdo con el principio del bien. Es, además, el que tiene un corazón puro y es irreprochable en sus intenciones.
Finalmente, es el que en su conducta observa todo lo prescrito con relación a Dios, al prójimo y a uno mismo (Salmo 1, 1-3; Salmo 92, 12-14). Y creemos que Mateo le ha hecho a José un elogio justo cuando dice de él que “era un hombre justo” (Mt 1, 19). En efecto, muchos han afirmado que José es nuestro mejor modelo, después de Jesús y María. José es un “santo integral”. Un hombre de fíar. Él ha sido, es y seguirá siendo, un gran modelo en todo para todos.
Como esposo y custodio de la sagrada familia, José era un hombre bueno, un hombre íntegro, una persona de bien. José era un gran santo, una de esas personas maravillosas que a todos nos gustaría tener como amigo y compañero de vida.
Pero vivimos en un mundo que poco a poco va renegando la justicia y la integridad. Aunque también hay que reconocer que hay muchas personas buenas, justas y integras. Personas modelo a todos los niveles, tratando de llevar una vida santa. Personas que, a pesar de no entender sus sueños, tratan de echarle las ganas a la vida.
Todas esas personas son, como José, un marco de referencia para los que quieren vivir los valores de la vida humana y cristiana en medio de un mundo demasiado cargado de injusticia, de corrupción, de malicia y de egoísmo. Son como estrellas brillantes en medio de un mundo tenebroso.
Hoy san José nos anima a seguir adelante, fomentando la justicia, la autenticidad, la solidaridad. Seamos de los soñadores que, como José, queremos vivir estas virtudes, con la ayuda de Dios y de una forma discreta, sencilla, silenciosa y, a la vez eficaz.
3. Hombre concreto, realista
La Palabra de Dios es vida. Después de haberlo escuchado, se necesita acciones concretas. Como padre custodio de Jesús, san José contribuyó ampliamente en la educación integral de su hijo. Lo crío, preocupándose de que no le falte lo necesario para un desarrollo humano y cristiano sanos. En la convivencia diaria con José, Jesús aprendió lo que todos los hijos aprenden de sus padres, desde los primeros balbuceos y los primeros pasos.
José fue para Jesús ejemplo y maestro de la vida que se alimenta de la Palabra de Dios. Podemos pensar en cómo José educó al pequeño Jesús en la escucha de las Sagradas Escrituras y la tradición de sus padres. Jesús es, por así decirlo, hijo de José que tuvo por padre a Dios.
Además, una mirada lúcida sobre la vivencia de Jesús nos demuestra como José influyó y forjo su rica personalidad, así como su actividad apostólica, poniendo en ello la cabeza y el corazón. Gracias a la educación recibida de su padre custodio, las intuiciones y enseñanzas de Jesús son concretas, realistas y tangibles.
José es un hombre que trabaja con sus manos. Eso hace de él un hombre practico, concreto, realista, que conoce el valor de las cosas y que entra fácilmente en contacto con la gente. De hecho, por haber iniciado Jesús al trabajo manual, la gente de su pueblo lo conocía como ‘hijo del carpintero’ (Mt 13, 55).
Precisan los historiadores que la mayoría de los carpinteros de Galilea, en aquellos tiempos, eran obreros itinerantes, que no realizaban sus tareas mayormente en su propio taller, sino que deambulaban por los pueblos y sus alrededores, atendiendo a las necesidades de cada momento. José compartió todos estos momentos de trabajo y de convivencia con Jesús.
Poco a poco, Jesús fue convirtiéndose en un experto trabajador que sabe, como su padre custodio, calcular con precisión las medidas y las dimensiones, el precio y el valor de las cosas. Con esto, Jesús llego a saber perfectamente de los problemas del pueblo.
Más tarde, para explicar el misterio del Reino, Jesús no hablará en el aire. Mas bien, utilizará la sabiduría adquirida a través de la realidad cotidiana. Todo esto dará autoridad particular a sus enseñanzas y colmará de éxito su ministerio apostólico. La vida al lado de José le enseñó que no sólo la Palabra, sino la mano del hombre puede hacer milagros.
4. Hombre obediente
Los humanos necesitamos de la autoridad para poder mantener un orden social y poder vivir en armonía. Sin autoridad, se instala el desorden y cada uno se siente la libertad de hacer lo que quiera.
La autoridad es algo necesario en la sociedad humana. A sí mismo, tiene que ser entendido como un poder que está al servicio de los demás. Sin embargo, hay que reconocer que, en el mundo de los hombres, indiscutiblemente existe la autoridad mal llevada, lo que a veces provoca la desobediencia.
En efecto, la primera de las virtudes que colocó José en un lugar de honor fue la obediencia. Hizo lo que el ángel le había pedido en sueño. José había comprendido que, para los seres creados, la verdadera sabiduría consiste en vivir de acuerdo con su Creador. Jesús, hijo adoptivo de José, hizo lo mismo: vino al mundo no para ser servido sino a servir y para dar su vida en rescate por muchos (Mc 10, 45).
José sacrificó sus proyectos personales de vida, siendo novio de María, para responder positivamente a la misión que Dios lo asigna. No sabía con claridad a dónde le conducía Dios, pero le bastó con saberse conducido por él. Su fe va más allá de lo palpable. Cree y obedece a la voluntad de Dios manifestada en sueños (Mt 1, 20; Mt 2, 20).
José es un hombre de convicción y de fe que ha puesto toda su vida en manos de Dios. está siempre a la escucha, al acecho de sus mandatos. No objeta nada, no pide explicaciones (Filipenses 2, 12). No se irrita, no se queja de pruebas y adversidades que encuentra durante la realización de su misión. Va hasta el fin en el cumplimiento de su deber. En fin, se distingue de los demás por su profunda modestia y su discreción total.
Como religioso, he aprendido mucho del sentido de obediencia de José. Como él, estoy seguro que Dios está conmigo por donde quiera que mandan mis responsables. No tengo miedo de lo imprevisible porque Dios provee siempre.
5. Hombre silencioso
Vivimos en un mundo lleno de ruido. Y estamos tan acostumbrados al ruido que nos olvidamos del silencio. Sin embargo, en el silencio y en la soledad podemos encontrar una riqueza inmensa que puede fortalecer considerablemente nuestro espíritu.
Actualmente no se estima más que la agitación, el ruido, la apariencia. Ya no creemos en las ventajas y la fecundidad del retiro, del silencio, de la meditación. Pero el silencio no es solo ausencia del ruido, sino que es un estilo de vida que nos lleva a interiorizar nuestras palabras y acciones.
Además, es un llamado a hacer de nuestra existencia sea fuente de fecundidad por los demás. No basta tener un nombre y vivir una vida de fachada. José nos enseña que la verdadera grandeza del ser humano consiste en ponerse al servicio de Dios y del prójimo en silencio.
El mensaje de José es una llamada a cultivar en nuestros ambientes la vida interior, la contemplación sobre la acción exterior y la agitación que caracterizan nuestro mundo de hoy. Su estilo de vida nos habla de la urgencia de la abnegación, fundamento indispensable de toda fecundidad. Nos enseña, finalmente, que lo esencial no es parecer ni sobresalir, sino ser; no es estar adornado de títulos, sino servir (Mc 10, 45), vivir la vida bajo el signo del querer divino y la busca de la gloria de Dios.
Conclusión
En definitiva, José nos llama a una verdadera renovación de nuestra forma de ser, de vivir y de actuar. El mundo de hoy necesita de cristianos que, desde los valores humanos y cristianos de San José, sigamos custodiando al Señor. Al contemplar la experiencia y la misión de José, descubrimos que Dios cuenta con nosotros, a pesar de nuestras limitaciones y debilidades, para llevar a cabo su plan de salvación. También aprendemos de José que no defraudó a Dios, que había depositado en él su confianza.
P. Sébastien Bangandu Mwanza, a.a.
Fuentes:
- Papa Francisco, Catequésis sobre San José, noviembre 2021-febrero 2022.
-Carlos SARAVIA MÁYNEZ, San José. Silencio y palabra, ed. Buena Prensa, México, 2021.
-Gustavo RUIZ RUIZ y Alberto VEGA PONCE, Curso de teología. La santísima Virgen María, ed. Minos, México, 2003.
-Ignacio LARRAÑAGA, El pobre de Nazaret, ed. Alba, México, 1990.
-Michel GASNIER, Los silencios de San José, ed. Palabra, Madrid, 1980.