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Mi experiencia compartiendo la fiesta con los hermanos Agustinos de la Asunción comenzó en la mañana del 28 de agosto en la oración de laudes. Fue un momento de encuentro con toda la familia Agustina, unidos en una misma oración, pidiéndole a nuestro santo intercesor San Agustín nos permita poder experimentar la fraternidad. – "Que, reunidos al encuentro de Jesucristo, podamos experimentar en nuestras vidas la misericordia de Dios, para que, mediante sus enseñanzas y su testimonio, encontremos en él un modelo de vida que nos permita llegar a la santidad"–. Al finalizar la oración todos en Casa Dufault compartimos este festejo con un rico almuerzo.

Mi hermano José de Jesús (aspirante asuncionista) y yo salimos presurosos para apoyar a los hermanos de la comunidad de San Andrés Apóstol en organizar la fiesta en honor a San Agustín. Y también para festejar los 28 años de vida religiosa del padre Sébastien Bangandu y la cuarta renovación de votos temporales del hermano Rafael Huerta Ramos.

Cuando llegamos a la parroquia comenzamos a ayudar a las cocineras en la preparación de los alimentos y en la decoración del salón parroquial donde se llevaría a cabo el convivio al concluir la celebración eucarística.


Mientras nos preparábamos para la misa recibimos a los invitados y familiares tanto del hermano Rafa como del padre Sébastien. También pude conocer por primera vez a Ángel Gabriel y Eliud Tlecuile, ellos son postulantes asuncionistas que viven en la parroquia Emperatriz de América. Conocí a los padres formadores y al padre Louis Kivuya, el nuevo superior regional de México. Para mí fue una grata experiencia encontrarme con la mayoría de los miembros de la comunidad asuncionista en México.

El momento de la celebración eucarística inició con la procesión de entrada con el padre regional, quien presidió la misa, seguido del hermano Rafa y sus papás. También estaba el padre Sébastien y algunos otros sacerdotes y religiosos que acompañaban para presenciar la renovación de los votos.


El cuadro litúrgico estaba conformado por los hermanos religiosos, postulantes y aspirantes. Un buen número de feligreses, familiares y amigos de la comunidad Asuncionista participaron en la misa.

Después de la liturgia de la palabra el padre regional invitó a pasar al hermano Rafa al altar para la renovación de sus votos. Este momento fue el más especial para mí, pues nunca había presenciado una renovación de votos; fueron muchos los sentimientos encontrados cuando presencié cómo mi hermano Rafa entregaba su vida a Jesucristo, prometiendo servirle en la pobreza, la castidad y la obediencia, saliendo de sí mismo al servicio de los demás. Este momento lo guardo en lo profundo de mi corazón y lo comparto en esta pequeña reseña. Finalmente, la misa concluyó con la bendición del padre regional.

Dicen que los mexicanos hacemos fiesta para absolutamente todo y esta celebración no sería una excepción. Todos los feligreses, familiares y amigos de la familia Asuncionista estuvieron cordialmente invitados a degustar una deliciosa comida que con mucho amor prepararon los hermanos de la comunidad de San Andrés.

El ambiente era muy festivo. Había muchas sonrisas, muchos abrazos, brindamos con un poco de vino, Rafael y los hermanos bailaron al ritmo de las cumbias. Este fue un momento de alegría en donde cada uno de nosotros pudimos compartir el don de la vida. Puedo decir que en esta celebración conocí más el carisma Asuncionista, aprecié su cálida cercanía y me sentí acogido por una sencilla pero maravillosa familia.

Erick Maximino Rojas, candidato


 
 
 

Después de nuestra estancia en Pachuca tomamos el Autobús para Puebla, fue un viaje casi de tres horas solo con una mochila y nuestras ganas de seguir compartiendo la fe con los demás.

En esta ocasión estuvimos una semana en Calmécac, un pueblo del Municipio de Tepexco, Puebla. Fue una semana especial porque estuvimos en el pueblo natal de nuestro hermano José Alberto, ahí el Párroco nos recibió con mucho gusto y estuvimos visitando algunas capillas de pueblos que pertenecen a la parroquia. De hecho, visitábamos un pueblo por día. El objetivo era saludar a los jóvenes y presentar a la congregación, sin embargo, fueron surgiendo otras actividades en el transcurso de la semana, pues los grupos también querían alguna plática o encuentro.

Por la mañana salíamos para un pueblo diferente cada día y regresábamos por la tarde. Tuvimos la oportunidad de compartir con el Movimiento Familiar Cristiano y otros grupos. La gente es muy acogedora y nunca falto quien nos ofreciera un vaso de agua o a veces un refresco, ya que en esos días la ola de calor azotó a toda esa región. Algunos se enfermaban y otros vivían con la preocupación porque no había llovido.

La mayoría de las personas se dedican al cultivo de cacahuate, cebolla y algunos otros alimentos, pero como no había llovido no podían iniciar la siembra de este año.


Esta situación me hizo recordar la confianza en Dios que muchas veces puedo perder. Recuerdo a algunas familias decir: —“no ha llovido y nos preocupa, pero confiamos plenamente en que Dios nos enviará la lluvia en el momento adecuado, siempre lo hace, él nunca nos deja solos”.


Esas palabras me hicieron pensar en todas las ocasiones en las que perdemos la confianza en Dios, nos preocupan mucho los problemas y nos afligen porque pensamos que la solución solo está en nuestras manos y nos volvemos arrogantes sintiéndonos “todopoderosos”. Pero también hay que confiar en Dios, es un signo de fe. Y junto con la confianza viene el agradecimiento; esta gente al final de la cosecha se reúne en la iglesia para dar gracias a Dios por todo lo que han cosechado ese año.

Es una maravilla pensar en el amor con el que se hacen las cosas y confiar en Dios, y sobre todo darle gracias por la vida misma.


La siembra es un trabajo que beneficia a muchos, por eso las personas se ayudan entre ellas, quien siembra maíz lo intercambia por cacahuate, quien siembra sorgo lo comparte con el que tiene vacas. Me parece que esta es otra forma de manifestar la unidad entre los hermanos y que también es un signo del Reino de Dios en nuestra realidad.

Al final de la semana de igual forma tuvimos un encuentro con los jóvenes de la parroquia. Se reunieron alrededor de setenta jóvenes y de entre ellos decidieron formar el grupo de pastoral juvenil ya que aún no había una PJ en la parroquia.


Los matrimonios del Movimiento Familiar Cristianos nos apoyaron en todo momento y ellos continúan la misión con los jóvenes. Ese día del encuentro compartimos acerca de la vocación e hicimos un panel vocacional donde varios jóvenes preguntaron a cerca de los diferentes estilos de vida.

Quisiera compartir también que esta fue la primera misión que hacemos juntos los Agustinos de la Asunción y las Orantes de la Asunción en México, pues nuestra hermana Hermelinda, Orante de la Asunción nos acompañó durante la semana y estuvimos muy contentos de compartir la vida y la misión con nuestra hermana.


Creo que esto fortaleció mucha la relación que tenemos con toda la familia de la Asunción en México.

Después de esta semana hicimos una pausa para ir al encuentro de religiosos de la región, pero la misión no termina aquí, continuará…


Hno Rafael Huerta Ramos, a.a.

 
 
 

En la mañana que salimos de la comunidad de la Ciudad de México para Hidalgo sabíamos que estábamos emprendiendo una misión un poco larga, llena de aventuras y aprendizajes. Y así fue.


El 10 de junio llegamos a Hidalgo, estuvimos una semana en la parroquia del Señor de la Misericordia en Villas de Pachuca. Fue una experiencia inolvidable, pues compartimos la vida y la alegría de la misión con las personas de la Parroquia. Cada día nos reuníamos con un grupo diferente, con catequistas, ministros, matrimonios, coros y con la pastoral social.


Compartimos principalmente temas sobre quienes somos los Agustinos de la Asunción, sobre el Reino de Dios y nuestra misión apostólica en el mundo. En ocasiones el tema estaba relacionado con el trabajo pastoral de cada grupo, por ejemplo, la vivencia del Reino de Dios a través de la catequesis.

Creo que la misión en Pachuca estuvo marcada por la colaboración con las integrantes de la pastoral social. Durante algunos días nos levantábamos temprano para ayudar en la cocina, ya que se debe cocinar para más de doscientas personas. Nuestra ayuda consistía en picar verdura, pelar chícharos y picar ajos y cebollas que a veces hasta nos hacían llorar, pero estábamos contentos de participar en la labor de toda la parroquia. Este grupo se creó a consecuencia de la pandemia, pues muchas familias no podían comprar alimentos.

Un día, mientras yo servía las porciones de comida para cada familia que llegaba a la parroquia hubo un caso que me llamó la atención de una mujer que vino a pedir una donación, pero la comida solo completaba los pedidos ya hechos, sin embargo, alguien que estaba por ahí les dijo a las demás: —“ya no hay donaciones pero denle comida, no podemos dejarlos sin comer”.— esas palabras todavía me hacen un nudo en la garganta porque hoy más que nunca necesitamos pensar en el otro. Y me parece que ese es un signo del Reino de Dios, no dejar a nuestros hermanos sin comer, no dejar que mueran de hambre ni mucho menos hacernos indiferentes ante sus necesidades.

Muchas veces dentro de las parroquias crece la burocracia llenando de requisitos a los pobres, pues en este caso era fácil decir que ya no había comida, que los pedidos ya estaban completos, sin embargo, ante cualquier requisito sobresale la caridad. ¡Ese es el Reino! Cuando de manera espontánea le hacemos caso al Espíritu en nuestro interior para levantar la voz y decir ¡No dejen a mi hermano sin comida!


Conforme fueron pasando los días fuimos conociendo mejor a las personas, pero nuestro objetivo era el encuentro juvenil para presentar a la Congregación. Finalmente, el día sábado se reunieron alrededor de cuarenta jóvenes y adolescentes de la parroquia. Compartimos algunos temas sobre la felicidad, la vocación y la vida religiosa. Después compartimos los alimentos y disfrutamos de una nieve que nos ofrecieron las hermanas religiosas. Esta fue la primera semana de una larga misión, después de Hidalgo nos fuimos directamente a Puebla.

Rafael Huerta Ramos, a.a.


 
 
 

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