Personalmente y como grupo, lo que más nos motivó fue que nos pidieron echar una mano colaborando al padre Enrique Tlaseca Carbajal, párroco de Santo Tomas de Aquino, municipio de Tlapanalá, en el estado de Puebla. La parroquia cuenta con más de diez capillas. Éramos un equipo de 15 misioneros repartidos en cuatro equipos. Nos tocó atender las capillas de Calmeca, Coatepec y Tepexco. Llegamos a Calmeca en la temporada seca que es parcialmente nublada y muy calurosa.
La primera tarea fue visitar hogares y orar con ellos. Esto nos ayudó a impregnarnos de la realidad concreta y diversa del pueblo. Después, animarlos con algunas actividades de encuentro, formación y diversión, sin olvidar las propias de la Semana Santa como la liturgia de la Pasión de nuestro Señor Jesucristo, los Vía crucis, rosarios y procesiones, entre otros.
Me impactó ver a las personas cargar las baterías del alma con una hora de rosario desde las cinco de la mañana para después salir juntos al pueblo a visitar a los enfermos, saludar las familias e invitar a las actividades propuestas por el equipo misionero. Y nuestros pies, bañados por los últimos rayos del sol poniente y cansados de haber caminado durante casi todo el día, iban a descansar en paz.
Compartimos con gente muy estupenda y generosa. Nos abrieron sus casas para compartir con ellos el día a día de su vida, las comidas, sus dudas, penas, alegrías y esperanzas. Pues lo poco que tienen se los dan con el corazón en la mano y son felices por dárselo.
En realidad, Cristo se hace presente a través de todos estos gestos sencillos y fraternales. Está presente en alguien que te regala un vaso de refresco, en alguien que sacrifica su tiempo para llevarte de una capilla a otra, en las tortillas calientitas, recién hechas y buenísimas con las que te reciben para comer, en la fe de cientos de personas que se quieren confesar o hablar con un sacerdote, en las iglesias llenas todos los días porque pueden tener misa diaria…
Más que un tiempo de actividad, nuestra presencia como misioneros significó mucho en el pueblo, en el sentido de que tuvo un impacto positivo en medio de la comunidad. Porque al final, llegan a ver una Iglesia todavía viva y joven, gracias a la presencia masiva de jóvenes y niños que siguen creyendo y teniendo fe en Jesucristo. Es que la sola presencia de misioneros ya toca el corazón.
Creo que ir de misión es una mejor manera de vivir la Semana Santa, ya que te permite descubrir nuevas comunidades y, por consiguiente, nuevas formas de celebrar, de expresar la fe cristiana, de ser Iglesia. Más bien, es regresar a casa, o bien dicho, a lo ordinario, y aprender a valorar más todo. Finalmente, es comprobar realmente el dicho de que "Hay mayor alegría en dar que en recibir" (Hch 20,35).
Sébastien Bangandu Mwanza, a.a.
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